Articolo pubblicato il 22 ottobre 2010 su SOY, supplemento del quotidiano argentino Página/12
Cuando Nichi va a la tele, la gente no cambia de canal. Por algo será que le dicen “el Berlusconi de la izquierda”. Nicola Vendola, el político gay y comunista que empieza a perfilarse como el verdadero adversario del statu quo italiano, es también un luchador histórico por los derechos de la comunidad y un defensor de la vida fuera del closet.
Por Andrea Meccia
Cuando Nichi va a la tele, la gente no cambia de canal. Por algo será que le dicen “el Berlusconi de la izquierda”. Nicola Vendola, el político gay y comunista que empieza a perfilarse como el verdadero adversario del statu quo italiano, es también un luchador histórico por los derechos de la comunidad y un defensor de la vida fuera del closet.
Por Andrea Meccia
Caricatura di Marco Testini |
Roma - En 1963, Pier Paolo Pasolini rodaba Comicios de amor, un ensayo en forma de película, un documental-encuesta que quería develar las ideas de los italianos sobre el erotismo y el amor. Hace algunos días que los “comicios de amor” regresan al terreno de la política italiana como idea madre de una campaña política. Jóvenes escritores leen cuentos inspirados en cinco palabras (Valor, Cuidado, Libertad, Compromiso y Fantasía) que caracterizan el estilo político de Nicola “Nichi” Vendola, 52 años, gobernador de la región Apulia y líder de Izquierda y Libertad. Nichi es comunista, católico y homosexual bien fuera del closet. “No quiero morir sin vivir la experiencia de la paternidad”, declaró hace algunos meses. Prácticamente una bomba en la sombra del Vaticano.
Han pasado 25 años desde cuando La Repubblica lo caracterizaba como “El gay de la FGCI” (Federación de los Jóvenes Comunistas Italianos). Nichi ha sido el primer gay en la dirigencia del PCI, el partido que en 1948 expulsó a Pasolini. Viejo y grande es su amor para Pier Paolo. Cuando de joven vendía libros para pagarse los estudios en letras, eligió graduarse con una tesis sobre él. En muchas entrevistas despliega su tesis de que “la homosexualidad de Pasolini fue muy marcada por su catolicismo, se percibía como un Cristo de la diversidad: una condición votada al martirio, por el sentido de culpa. Por eso su literatura se hace premonición de su muerte”. Vendola nunca ocultó su homosexualidad y le gusta subrayar que declararla “es carne, fatiga, sangre, dolor, marginación, ofensas, violencia. He sido siempre católico y comunista, como mi familia. Probablemente fue más fácil declarar mi homosexualidad a los curas que al partido”. Hoy, después una larga y exitosa actividad como diputado bajo el símbolo de la hoz y martillo, a Nichi, impulsor de la liga contra el sida y también de los primeros pasos de Arcigay (la asoción que trabaja por los derechos de gays y lesbianas y que recibe un palito en la columna de abajo) da la impresión de que nadie lo para. A pesar de la dura oposición del Partido Demócrata, ya ha ganado dos veces las elecciones administrativas en su Apulia, la misma tierra de Aldo Moro, también muy citado en sus discursos, y en estos años ha construido un consenso verdadero en una región del Sur, desde siempre conservadora y ultracatólica. Es un buen administrador que conjuga concreción y ganas de cambiar el mundo. La gente lo sigue con pasión y esperanza. Los jóvenes, rehenes del desempleo intelectual y del trabajo ocasional, lo quieren. Los viejos, huérfanos de líderes políticos dignos de tal denominación, vuelven a soñar con él. Su larga marcha para realizar su sueño tiene un objetivo claro: ser el primer ministro de la destartalada República Italiana.
A esta altura es ya un icono mediático que trasciende las fronteras de Italia con su cara aceitunada y con su arito de plata. Se nota que disfruta con esa mixtura entre las palabras de poeta y el rosario siempre a punto de salir del su bolsillo.Hasta The Financial Times lo considera el verdadero adversario del actual primer ministro italiano. No es difícil suponer su carisma sobre las ruinas de la izquierda italiana, pero el chico es sin duda un político de raza. Y sobre todo es el último líder que todavía no duerme en el cementerio de los iconos vivientes de la izquierda italiana, que nunca muere y siempre pierde. Nichi, que es un hombre de buenas lecturas, cita a Gogol para estigmatizar a sus viejos compañeros del PCI, llamándolos “las almas muertas”. Algunos observadores políticos trivializan su crecimiento y ya lo están denominan “el Blair italiano” o “el Obama blanco”. Nichi no se descompone, bien parado con un pie en el siglo XX y dispuesto a poner los dos en el siglo XXI. Su lenguaje es claro. Quien lo observa con más atención, en realidad, se da cuenta de que podría ser la mejor encarnación política de las dos culturas populares italianas, la marxista y la católica. Un futuro no así lejano nos dirá algo más cierto. El gobierno de Berlusconi está en una fase crítica. Muy probablemente Italia, en los primeros meses de 2011, vaya a elecciones nacionales por tercera vez en cinco años. El Partido Demócrata, el mayor partido de la oposición, aparece incapaz de encarnar una verdadera respuesta a las numerosas cuestiones irresueltas (desempleo, pobreza, mafias, guerra, inmigración, escuelas públicas, etcétera). Sus contradicciones internas no le permiten hablar con una voz clara y firme. Nichi, en cambio, lo consigue y no está solo. El centroizquierda convocará elecciones primarias para elegir su candidato a primer ministro. Nichi patalea. Tiene que tener cuidado, pero puede tener suerte. En un país de corruptos y corruptores, de mafiosos y masones como Italia, las trampas son muchas. La historia italiana habla claro sobre esto. Cuando un sujeto político se hace motor de un cambio de la Historia en un sentido progresista, las fuerzas reaccionarias se lanzan sobre ese cuerpo. Hoy, por lo pronto, la esperanza está en él.
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